Un estudio revela cómo el calentamiento global está modificando la composición de las plantas en el Ártico, con algunas especies en declive y otras prosperando debido a las temperaturas más altas. La investigación analiza cuatro décadas de datos en varias regiones, destacando los cambios en los ecosistemas y las posibles implicaciones para la fauna local.
Un reciente estudio científico ha puesto de manifiesto cómo el cambio climático está transformando los ecosistemas vegetales del Ártico, una de las regiones más vulnerables a los efectos del calentamiento global.
La investigación, publicada en la prestigiosa revista *Nature* a principios de mayo de 2025, ha analizado en profundidad más de 2.000 comunidades de plantas distribuidas en Canadá, Alaska y Escandinavia durante un período de cuarenta años.
Este trabajo, que contó con la colaboración de cincuenta investigadores de cincuenta instituciones distintas, encontró que aunque la cantidad total de especies vegetales se mantuvo estable a lo largo del tiempo, la composición de las especies en cada uno de los sitios cambió notablemente.
La tasa de reemplazo de especies o *turnover*, ha aumentado, indicando que ciertas especies están siendo sustituidas por otras en respuesta a las temperaturas en ascenso.
Según Isla Myers-Smith, una de las principales autoras del estudio y ecóloga de cambios globales en la Universidad de British Columbia, aproximadamente el 60% de las parcelas estudiadas evidencian cambios significativos en las especies que las componen.
Algunos sitios han experimentado un incremento en la presencia de nuevas especies, mientras que otros han visto desaparecer especies tradicionales.
Una de las tendencias más destacadas ha sido la expansión de arbustos, sedges y gramíneas en varias zonas, especialmente en áreas donde el aumento de la temperatura ha sido más pronunciado.
Este cambio en la vegetación puede tener repercusiones severas en el equilibrio de los ecosistemas, ya que la presencia de arbustos altos y densos puede limitar la luz solar que recibe la vegetación más baja y herbácea, desplazando especies tradicionales.
Un ejemplo de estos cambios es el trabajo realizado en la Isla Herschel, ubicada en el territorio de Yukon, donde Myers-Smith y su equipo han estado monitoreando la biodiversidad vegetal desde 2009.
Allí, los datos muestran un aumento progresivo en la cantidad de arbustos, juncos y pastos, mientras que la cantidad de líquenes ha ido en decremento.
Estas modificaciones en el paisaje pueden afectar a la fauna del lugar, incluyendo especies como el caribú, que depende de ciertas plantas para alimentarse.
El impacto en las especies aviares también es evidente. Se ha registrado una disminución significativa en las poblaciones de aves migratorias que prefieren áreas abiertas y vegetación baja, como el chorlito dorado americano, que ha experimentado una reducción de hasta un 50% en su número en las últimas cuatro décadas en esta región.
Los cambios en el paisaje son también evidentes para los guardabosques y habitantes locales, como Richard Gordon, un guardabosques Inuvialuit con más de 25 años en la zona.
Él ha observado cómo el verano se ha ido haciendo más cálido, el hielo se está retirando y distintas especies vegetales han ido siendo desplazadas por otras más adaptadas al clima más cálido, como el cottongrass, que inicialmente dominaba la región, pero que ha sido rápidamente reemplazado por arbustos.
Estas transformaciones no solo representan un cambio en la estética y biodiversidad del lugar, sino que también suponen un reto para la supervivencia de especies tradicionales y las comunidades que dependen de ellas.
La migración de animales como el caribú y las aves se ve afectada, alterando los ciclos de vida tradicionales.
En respuesta a estas evidencias, Myers-Smith ha señalado la importancia de continuar investigando para entender cómo estos cambios en el ecosistema afectan no solo a las plantas y animales, sino también a las comunidades humanas que dependen de estos recursos.
Actualmente, está financiada para ampliar su estudio a todo el territorio, con el objetivo de entender en mayor profundidad las interacciones complejas entre el cambio climático, las plantas y los animales del Ártico.
Este tipo de investigación ha adquirido una relevancia aún mayor considerando que, en los últimos años, las temperaturas en el hemisferio norte han registrado récords históricos, con picos superiores en algunas regiones de hasta 2 grados Celsius (alrededor de 3.6 °F) respecto a décadas anteriores. La pérdida de hielo marino y la aceleración del deshielo permafrost son fenómenos que agravan aún más los efectos del calentamiento, modificando la disponibilidad de hábitats y recursos en la región.
Con estos datos, los científicos advierten que el Ártico está en una fase de transformación irreversible, y que comprender las dinámicas de estos cambios es vital para diseñar estrategias de conservación y adaptación para las especies y comunidades que allí habitan.
La evidencia apunta a que la biodiversidad y los ecosistemas del norte son indicadores clave del estado de salud del planeta ante el aumento constante de las temperaturas globales.