Los incendios forestales récord en 2024 han puesto en evidencia el impacto del cambio climático en los ecosistemas mundiales, con la pérdida de millones de hectáreas en regiones clave como la Amazonía y Canadá, según informes recientes.
En 2024, los incendios forestales a nivel global alcanzaron niveles sin precedentes, impulsados en gran medida por la emergencia climática que enfrenta el planeta.
Un informe elaborado por el Instituto de Recursos Mundiales y la Universidad de Maryland revela que, solo en la Amazonía, se perdieron aproximadamente 6,700 kilómetros cuadrados de bosques primarios, una extensión comparable a la superficie de un país como Suiza.
Este incremento en la deforestación se atribuye principalmente a las prolongadas sequías y a los intensos incendios que devoran grandes áreas del bosque tropical en Brasil, el país con mayor biodiversidad del planeta.
Pero Brasil no fue el único país afectado. Bolivia reportó un aumento del 200 % en la pérdida de sus bosques durante ese año, alcanzando cerca de 2.600 kilómetros cuadrados destruidos, en medio de una severa sequía, incendios forestales y una expansión agrícola incentivada por el gobierno. Sin embargo, algunas regiones, como Charagua Iyambae, en el sur del país, lograron mantener a raya los incendios mediante políticas de protección y sistemas de alerta temprana, demostrando que las acciones locales pueden marcar la diferencia.
En zonas fuera de los trópicos, los bosques boreales de Canadá y Rusia también registraron cifras históricas de pérdida de cobertura arbórea, con aproximadamente 5.200 kilómetros cuadrados en cada país, afectadas por incendios forestales descontrolados. La temporada de incendios en Canadá en 2023 ya había sido catastrófica, con más de la mitad de la pérdida global de árboles atribuible a su propio territorio.
La economía y la biodiversidad de estas regiones se enfrentan a un futuro incierto si la tendencia continúa.
El impacto de estos incendios va más allá de la pérdida de árboles. La liberación de gases de efecto invernadero en 2024 sumó aproximadamente 4.100 millones de toneladas de CO2, superando en más de cuatro veces las emisiones generadas por los vuelos internacionales en ese mismo año. La emisión de estos gases empeora aún más las condiciones climáticas, generando olas de calor, sequías prolongadas y eventos meteorológicos extremos.
La región de Asia Sudoriental, por su parte, mostró algunos avances en la conservación. países como Malasia, Laos e Indonesia lograron reducir en doble dígito la pérdida de bosques primarios, gracias a políticas de protección y a la colaboración comunitaria y privada para contener incendios y detener la expansión agrícola ilegal.
El reportaje destaca que América Latina sufrió las mayores pérdidas, siendo la cuenca amazónica la más afectada desde 2016. Brasil, que alberga aproximadamente el 60 % de los bosques tropicales del mundo, perdió cerca de 2,8 millones de hectáreas en 2024, en contraste con las mejoras logradas en 2023, cuando el presidente Luiz Inácio Lula da Silva asumió con la promesa de proteger esta vasta zona de biodiversidad.
Este aumento en la deforestación también afecta a países como México, Perú, Nicaragua y Guatemala, donde los incendios provocados con fines agrícolas o por conflictos armados aumentaron la destrucción forestal.
En este contexto, expertos advierten que la tendencia podría ser irreversible si no se implementan medidas urgentes a nivel global.
La comunidad internacional se encuentra en una encrucijada. A pesar de acuerdos históricos, como la Declaración de Londres de 2021, que prometía frenar y revertir la pérdida forestal para 2030, las cifras del último año indican que todavía estamos lejos de alcanzar estos objetivos.
Según Rod Taylor, director mundial de bosques del Instituto de Recursos Mundiales, es necesario mejorar los mecanismos de financiamiento para la conservación, pues actualmente, más dinero se invierte en deforestar que en proteger los ecosistemas.
En conclusión, las estadísticas de 2024 reflejan una crisis ecológica que requiere acciones concretas y coordinadas para detener el ritmo acelerado de destrucción de los bosques.
La pérdida de estos ecosistemas no solo amenaza la biodiversidad, sino también la estabilidad climática del planeta. La exacerbación de los incendios en regiones clave muestra que, si no se toman medidas drásticas, el mundo enfrentará un escenario todavía más desolador en los próximos años, con consecuencias irreversibles para todos.