Los avances en la observación espacial y las nuevas tecnologías permiten detectar y estudiar mejor los objetos que podrían impactar nuestro planeta en el futuro. Aunque la probabilidad de un choque catastrófico sigue siendo baja, los científicos trabajan para comprender y prevenir posibles amenazas provenientes del espacio.

Nuestro sistema solar está lleno de rocas y restos provenientes de su formación, distribuidos en distintas regiones. La mayor parte de estos objetos se encuentran en el cinturón de asteroides, ubicado entre Marte y Júpiter, y en el cinturón de Kuiper, más allá de Neptuno.

Sin embargo, todavía hay una cantidad significativa de estos cuerpos flotando en diferentes áreas, algunos de los cuales podrían representar un riesgo potencial para la Tierra.

Cada día, se estima que unos 40 kilos de restos meteóricos entran en nuestra atmósfera, la mayoría quemándose en su paso y causando eventos como meteoros o estrellas fugaces.

Sin embargo, aunque la mayoría de estos objetos son de tamaño pequeño y no representan peligro, existen otros de mayor tamaño que pueden causar daños considerables si colisionan con nuestro planeta.

Por ejemplo, se calcula que asteroides de aproximadamente 15 a 20 kilómetros de diámetro, similares al que se atribuyó a la extinción de los dinosaurs hace unos 66 millones de años, impactan la Tierra aproximadamente cada 100 millones de años.

Este tipo de eventos tienen consecuencias catastróficas y afectaron toda la historia de la vida en nuestro planeta.

Recientemente, las instituciones dedicadas a la vigilancia espacial han conseguido avanzar significativamente en la detección y seguimiento de estos objetos.

El telescopio Vera C. Rubin, que comenzó a operar en 2025, ha permitido identificar en tan solo 10 horas más de 2.000 asteroides desconocidos, resultado que demuestra el enorme potencial de esta tecnología para mejorar la protección de la Tierra.

El proyecto de la agencia espacial estadounidense NASA y otros organismos internacionales ha logrado catalogar más del 95 % de los asteroides mayores a un kilómetro en nuestro sistema solar, lo que ha permitido comprender mejor el riesgo que estos objetos representan.

Se estima que la observación de los sistemas actuales permitirá descubrir unos 89.000 objetos cercanos a la Tierra y millones en el cinturón principal en las próximas décadas.

En términos de impacto, los asteroides de menor tamaño, como los de unos 10 metros de diámetro, impactan la Tierra aproximadamente una vez por década.

Aunque no causan daños globales, sí pueden provocar rupturas en ventanas o lesiones leves, como sucedió en el meteorito de Chelyabinsk en Rusia en 2013, que dejó a unas 1.500 personas heridas.

Por otro lado, los objetos de mayor tamaño representan amenazas mucho menores en términos de frecuencia pero de impacto potencialmente destructivo.

Un asteroide de aproximadamente 140 metros de diámetro, como el que se cree extinguió a los dinosaurs, puede impactar aproximadamente cada 1.000 años, y uno de un kilómetro en unos 700.000 años. La humanidad ha reforzado sus capacidades para estudiar estos objetos y desarrollar estrategias para evitar una colisión catastrófica.

Proyectos como DART de la NASA, que logró cambiar la órbita de un asteroide al estrellar una nave contra él en una misión de prueba, son pasos fundamentales en la defensa planetaria.

Además, algunas investigaciones recientes han analizado el posible impacto de asteroides en la Luna o en otros cuerpos celestes, observando que en caso de impacto en la Luna, fragmentos podrían llegar a la Tierra en forma de pequeños meteoritos, generando lluvias de estrellas que llenarían los cielos con eventos espectaculares.

A pesar de estos avances y de la sensación de seguridad que brindan, los científicos subrayan que siempre existe la posibilidad de que haya objetos aún no detectados que puedan representar un peligro.

Por ello, la colaboración internacional en la vigilancia y estudio de estos cuerpos continúa siendo vital.

En conclusión, si bien la probabilidad de que un gran asteroide impacte la Tierra en los próximos siglos es extremadamente baja, el esfuerzo global por entender y prevenir estos eventos perjudiciales continúa siendo prioritario.

La combinación de tecnologías avanzadas, como el Rubin Observatory y futuras misiones espaciales, refuerza la protección de nuestro planeta ante posibles amenazas provenientes del espacio exterior.