Un grupo de mujeres en Sao Paulo defienden el arte de las muñecas reborn, a pesar de las críticas tras su viralización en redes sociales, resaltando el valor emocional y artístico de estas piezas de colección.

En las calles de Sao Paulo, un grupo de mujeres de mediana edad se reúnen periódicamente para disfrutar de su pasatiempo: coleccionar y cuidar muñecas reborn, conocidas por su increíble realismo.

Aunque en apariencia parecen bebés de verdad, estas piezas son en realidad obras de arte hechas a mano, con un nivel de detalle que requiere semanas de trabajo.

A pesar de las críticas y ataques en redes sociales, estas coleccionistas defienden con pasión el valor artístico y emocional de su afición.

Las muñecas reborn nacieron en Estados Unidos en la década de los 90 y rápidamente se popularizaron en todo el mundo, especialmente entre adultos que encuentran en ellas una forma de reconectar con su maternidad o simplemente como una expresión artística.

En Brasil, este fenómeno ha cobrado fuerza en los últimos años, con numerosas reuniones en parques y centros culturales donde las coleccionistas exhiben sus piezas.

Una de ellas, Andreia Mariane, de 51 años, es la organizadora de estos encuentros. Ella lleva en brazos a Laura, una muñeca pintada a mano con cabello de cabra angora, y explica que realiza estos cuidados con cariño, como si fuera un bebé real.

Antes de cada reunión, Andreia limpia y hidrata a Laura, asegurándose de que cada detalle esté perfecto. Para ella, estas muñecas representan mucho más que un simple pasatiempo. Como madre de cuatro hijos adultos, comenta que el coleccionismo le ayuda a revivir una etapa de su vida que ya no tiene, y a sentir esa sensación de maternidad que, por diferentes razones, no pudo experimentar con sus propios hijos en su totalidad.

Sin embargo, en las últimas semanas, estas coleccionistas han recibido una oleada de críticas y ataques en redes sociales. Videos en los que pasean con sus muñecas en centros comerciales o incluso en clínicas han generado controversia y algunos comentarios despectivos. La viralización de estos videos llevó a que algunos sectores, incluso en el Congreso brasileño, propusieran leyes para sancionar a quienes usen las muñecas reborn con fines fraudulentos, como obtener beneficios sociales o saltarse filas en bancos y supermercados, donde estas muñecas podrían confundirse con bebés reales.

Hasta una iglesia en Salvador, capital del estado de Bahía, emitió un comunicado aclarando que no realizan bautismos con muñecas, provocando cierto malentendido.

Las coleccionistas brasileñas, en su mayoría, niegan usar sus muñecas de manera poco ética y atribuyen las críticas a la ignorancia. “Yo bloqueo a los ‘haters’”, comenta Andreia Gonzaga, de 49 años, quien se dedica a elaborar y vender muñecas por entre 1,300 y 2,500 reales (unos 230 a 440 euros aproximadamente).

Ella explica que primero compra muñecas prefabricadas, las pinta meticulosamente y las hornea en un horno especial a 150 grados Celsius, repitiendo el proceso varias veces para conseguir el acabado perfecto.

El resultado es asombroso. La muñeca que Gonzaga exhibe en el encuentro tiene marcas rosadas en la piel, reflejando un recién nacido, y un pequeño puntito morado en el brazo, que simula un pinchazo de vacuna.

Para ella, estas muñecas tienen un valor artístico y emocional que no merece ser juzgado por las críticas.

Por su parte, Sol Correia, quien posee una colección de 70 muñecas que cubren las paredes de su habitación, prefiere dialogar con quienes la critican.

Ella explicó que, en lugar de bloquear a los detractores, intenta convencerlos de que cada muñeca tiene su función y significado. En una de sus conversaciones, logró que un joven que la criticaba pidiera disculpas tras entender el valor de su pasión. Además, Sol ha aprovechado la polémica para aumentar su popularidad en YouTube, donde su canal dedicado a las muñecas reborn ya acumula más de seis millones de vistas con un video que explica su arte.

Al final, estas mujeres brasileñas consideran que las críticas no hacen más que fortalecer su comunidad y evidenciar la ignorancia de quienes no comprenden el valor que estas muñecas aportan a sus vidas.

La pasión por ellas sigue intacta, y cada encuentro es una oportunidad para compartir, aprender y celebrar este arte que, para ellas, representa mucho más que un simple pasatiempo.