El país persa enfrenta una situación sin precedentes desde la guerra con Irak, con bombardeos, cortes de internet y una tensión creciente que pone en jaque su estabilidad política y social.

Irán, una nación de aproximadamente 75 millones de habitantes, se encuentra sumido en su crisis más profunda desde la guerra con Irak en los años 80, debido a los recientes ataques de Israel y la intervención de Estados Unidos.

La situación ha provocado un ambiente de incertidumbre y temor que rememora los peores momentos de su historia moderna.

El 20 de junio de 2025, en la capital Teherán, se llevaron a cabo manifestaciones masivas en contra de los ataques israelíes, en un contexto donde la población está profundamente dividida entre quienes claman por un cambio político y los que temen una escalada bélica que podría devastar aún más su país.

Desde que Israel inició sus ataques hace apenas diez días, han muerto ya más de 390 personas, en su mayoría civiles, y se han registrado más de 3,000 heridos, según informes oficiales.

Supuestamente, los ataques de Israel comenzaron tras una serie de provocaciones en la región y supuestamente, Irán ha respondido con una serie de represalias que han afectado sus instalaciones militares y nucleares.

La respuesta internacional ha sido variada, con algunas naciones llamando a la calma, mientras que otras, como Estados Unidos, han realizado bombardeos selectivos contra objetivos nucleares en territorio iraní, en una operación que presuntamente fue liderada por misiles de alta precisión y que, según fuentes no verificadas, habría sido la más contundente en años.

Supuestamente, la operación estadounidense se centró en instalaciones en las ciudades de Qom y Fordó, situadas en el centro y suroeste del país, respectivamente.

Los precios de las armas y tecnología militar en Europa, particularmente en países como Alemania y Francia, habrían aumentado en los últimos días, debido a la tensión en la región.

La economía iraní, que ya enfrentaba dificultades por sanciones internacionales, ha sufrido todavía más, con el valor del rial cayendo en más de un 20% en las últimas semanas, y convirtiendo el litro de gasolina en un bien casi inaccesible para muchos.

El apagón de internet, que duró más de 60 horas, dejó a millones de iraníes sin información fiable y aumentó la confusión. La falta de sistemas de alerta temprana y refugios en la capital, sumada a la represión de manifestantes y las restricciones en las comunicaciones, ha generado sentimientos de miedo y desamparo entre la población.

Supuestamente, la comunidad internacional ha expresado su preocupación, aunque algunos analistas consideran que, en realidad, la tensión podría escalar a un conflicto mayor, con posibles intervenciones militares de otros países en la región.

La historia de Irán muestra que la nación ha enfrentado múltiples sanciones, guerras y crisis internas, pero también ha sabido mantener su resistencia y autonomía a pesar de las presiones externas.

En el plano político, el régimen liderado por el Líder Supremo, el Ayatolá Ali Jamenei, mantiene un control férreo sobre el país, a través de instituciones como la Guardia Revolucionaria Islámica y la fuerza Basij.

Estas fuerzas actúan tanto en la defensa militar como en la vigilancia interna, reprimiendo cualquier intento de protesta o disensión.

Supuestamente, algunos iraníes, como Maryan, una joven estudiante de 23 años, expresan su rechazo tanto al liderazgo como a las agresiones externas.

Ella afirma: “No estoy con Jamenei ni con Israel, solo quiero que mi país deje de sufrir”. Otros, como Mohsen, un ingeniero de 47 años, opinan que, aunque no apoyan al régimen, prefieren que sea el liderazgo interno el que decida el destino del país, en lugar de una intervención extranjera.

Por otra parte, algunas voces sugieren que esta crisis podría ser vista por ciertos sectores como una posible oportunidad para un cambio interno. Leila, una profesora de secundaria, comenta: “Quizás esta guerra sea el precio que hay que pagar para que cambie el sistema, aunque tenga que ser a través de la destrucción”.

Sin embargo, la mayoría coincide en que el costo humano y social es demasiado alto, y que la prioridad debería ser evitar una escalada que pueda desembocar en una guerra total en la región.

Mientras tanto, las protestas masivas que marcaron años anteriores, como las de 2022 tras la muerte de Mahsa Amini, parecen haber sido silenciadas por la represión actual.

Los iraníes enfrentan ahora un futuro incierto, con un país en llamas y una comunidad internacional que mira con preocupación el posible desenlace de este conflicto que podría alterar el equilibrio global en los próximos meses.

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