Un informe preliminar revela que una advertencia de seguridad pasada por alto pudo ser la causa del trágico accidente de Air India en el que fallecieron 260 personas, presuntamente por un fallo en los motores del vuelo AI171.

Hace aproximadamente un mes, un devastador accidente aéreo sacudió a la comunidad internacional, dejando un saldo de 260 víctimas mortales. El vuelo AI171 de Air India, que partía con destino a Londres, sufrió una pérdida total de potencia en sus dos motores, lo que provocó un accidente fatal.

Según presuntas investigaciones, la causa principal podría estar relacionada con un fallo técnico en los sistemas de control de combustible, un problema que la aerolínea habría sido advertida en el pasado.

El informe preliminar, elaborado por la Oficina de Investigación de Accidentes Aéreos de la India (AAIB), consta de 15 páginas y apunta a una posible omisión en las inspecciones de seguridad recomendadas en 2018 por la autoridad de aviación de Estados Unidos, la FAA (Federal Aviation Administration).

Específicamente, la investigación indica que Air India no realizó una revisión clave en los mecanismos de bloqueo de los interruptores de combustible, los mismos que controlan el flujo de queroseno hacia los motores, y que supuestamente podrían haberse activado de manera accidental.

El boletín de advertencia, conocido como SAIB NM-18-33, fue emitido por la FAA el 17 de diciembre de 2018 y alertaba sobre el riesgo de que estos mecanismos de bloqueo se desengancharan, lo cual incrementaba la probabilidad de una activación no deseada.

Sin embargo, según el informe, Air India consideró que dicha advertencia era solo consultiva y no obligatoria, por lo que no procedió a realizar las inspecciones recomendadas.

La investigación también analiza la caja negra de la aeronave, en donde se revela una conversación en cabina que, presuntamente, genera dudas sobre la actuación de la tripulación.

En ella, un piloto pregunta a otro por qué cortó el combustible, a lo que el segundo responde que no fue él quien lo hizo, alimentando la hipótesis de que los interruptores pudieron haberse movido solos o por un fallo mecánico sin intervención humana.

La tripulación, liderada por un comandante con más de 8.000 horas en vuelo en aviones similares, mostró en el momento del accidente una experiencia considerable. Sin embargo, los datos del registrador de vuelo indican que, a los pocos segundos del despegue, los interruptores de ambos motores se desplazaron automáticamente a la posición de corte, dejando sin potencia a la aeronave en cuestión de segundos.

El análisis preliminar descarta que las condiciones meteorológicas, la calidad del combustible cargado o comunicaciones con control de tráfico aéreo hayan contribuido al accidente.

Todo apunta a que el problema se centró en la mecánica de la aeronave y en la interacción con un sistema sobre el cual existían advertencias de seguridad pasadas por alto.

Supuestamente, la historia de fallos en los sistemas de control de combustible en aviones comerciales no es nueva. Desde hace décadas, diferentes modelos de aeronaves han presentado incidentes similares, muchas veces relacionados con deficiencias en los mecanismos de bloqueo y en las inspecciones periódicas.

La importancia de seguir las recomendaciones de los organismos de regulación internacional se ha resaltado en múltiples ocasiones, pero en este caso, la omisión pudo haber tenido consecuencias fatales.

Se espera que la investigación continúe y que, en los próximos meses, se puedan esclarecer con mayor precisión las responsabilidades y las posibles negligencias.

Mientras tanto, la comunidad aeronáutica internacional refuerza la necesidad de cumplir rigurosamente con las inspecciones y los protocolos de seguridad, especialmente en un sector donde la prevención es clave para evitar tragedias como esta.

La tragedia en Londres, que marcó un antes y un después en la seguridad aérea de la aerolínea, recuerda la importancia de mantener una vigilancia constante y de actuar con prontitud ante cualquier señal de alarma.