En un año marcado por recortes en fondos públicos y ataques políticos, las empresas siguen aportando millones a eventos LGBTQ+ mientras la comunidad enfrenta amenazas reales a su salud y derechos. La estrategia: aprovechar el dinero corporativo para sostener a quienes más lo necesitan en tiempos de crisis.
En 2025, la comunidad LGBTQ+ enfrenta uno de sus momentos más desafiantes en la historia reciente. Los recortes en financiamiento público, la hostilidad política y las políticas discriminatorias han puesto en jaque programas esenciales que brindan apoyo, atención médica y recursos a personas trans, inmigrantes, personas de color y otros colectivos vulnerables.
Sin embargo, a pesar de estos obstáculos, las grandes corporaciones continúan destinando sumas millonarias a eventos y campañas de Pride, con la intención aparente de mostrar un compromiso con la diversidad y la inclusión.
Este fenómeno no es nuevo. Desde hace décadas, las empresas han utilizado la celebración del Pride como una oportunidad para mejorar su imagen pública, vender productos y aumentar sus beneficios.
En 2025, esa estrategia se ha intensificado, con cifras que alcanzan millones de euros en donaciones y patrocinios. Por ejemplo, compañías como Anheuser-Busch, Diageo, Nissan y Comcast han decidido retirar sus aportaciones a las festividades en San Francisco, una de las principales capitales del activismo LGBTQ+ en el mundo, debido a recortes presupuestarios o cambios en sus políticas internas.
No obstante, muchas otras siguen invirtiendo en estos eventos, no por convicción, sino por interés económico.
Pero, ¿qué implica esto para la comunidad? La realidad es que, en medio de un escenario político hostil, cada euro, dólar o peso que entra en los eventos de Pride se convierte en un recurso vital.
Los fondos que antes provenían de entidades gubernamentales o de organizaciones sin fines de lucro ahora dependen en gran medida de las donaciones corporativas, que muchas veces solo cumplen una función simbólica.
La comunidad LGBTQ+ se encuentra en una encrucijada: aceptar estos recursos, que representan la diferencia entre la vida y la muerte para muchas personas, o rechazar la ayuda de empresas que, en el fondo, perpetúan un sistema que causa daño.
El contexto político actual es especialmente adverso. La administración de Donald Trump, en su momento, llevó a cabo una guerra abierta contra los derechos trans, promoviendo leyes y políticas que restringen el acceso a medicamentos y atención médica.
En 2025, esta situación se ha profundizado con la posible eliminación del acceso a la profilaxis pre-exposición (PrEP) y la reducción de recursos para centros de salud especializados.
La comunidad LGBTQ+ debe luchar más que nunca para mantener su acceso a la atención médica y la protección social.
En este escenario, muchas voces abogan por una estrategia de mutualismo y ayuda mutua, en la que las donaciones de las corporaciones se canalicen hacia fondos de emergencia, clínicas y programas que apoyan directamente a las personas más vulnerables.
La idea es aprovechar la influencia y los recursos de las empresas para fortalecer la red de apoyo comunitario, aún si eso implica aceptar financiamiento de actores que históricamente han contribuido a procesos de explotación o daño.
Por ejemplo, en lugar de aceptar patrocinios que solo ofrecen visibilidad superficial, las organizaciones podrían negociar que las donaciones se destinen a servicios concretos, como la distribución de medicamentos, programas de empleo o asistencia legal.
La clave está en transformar la relación con las empresas en una alianza estratégica para la supervivencia, en la que cada euro invertido tenga un impacto tangible.
Es fundamental que los líderes comunitarios y activistas entiendan que, en 2025, no se trata de elegir entre principios o recursos, sino de maximizar cada recurso disponible para garantizar la continuidad y la protección de los derechos de las personas LGBTQ+.
La realidad es que, en tiempos de crisis, la solidaridad y la estrategia pragmática son las únicas vías para mantener viva la llama del activismo.
El mensaje final es claro: las corporaciones no nos salvan, pero su dinero puede salvar vidas. Es momento de usar cada euro, cada centavo, para fortalecer la resistencia, ampliar la atención sanitaria y defender los derechos en un año donde todo parece estar en juego.
La comunidad LGBTQ+ debe ser astuta, estratégica y unida para sobrevivir y seguir luchando por un futuro más justo.