La Copa Africana de Naciones regresa a Marruecos con la presión de liderar el fútbol africano y la mirada puesta en el Mundial 2030, mientras Marruecos exhibe una generación en pleno auge.
Marruecos encara la CAN de este domingo 21 de diciembre con la certeza de que el torneo, que se disputa en casa y se extiende hasta el 18 de enero, tiene un significado más allá del título.
Los Leones del Atlas llegan como líderes del ranking africano y como semifinalistas del Mundial de Qatar 2022, y para ellos cada resultado que no sea la corona supondrá un tropiezo frente a la historia.
La competición aparece como una obligación deportiva y, al mismo tiempo, como un ensayo general para el Mundial 2030, que el reino norteafricano organizará junto con España y Portugal.
Con Achraf Hakimi como emblema, aunque convaleciente de una lesión de tobillo que podría obligarlo a un aporte limitado, la selección marroquí, bajo la batuta de Walid Regragui, atraviesa quizá la etapa más dorada de su historia.
Marruecos ha batido un récord mundial con 17 victorias consecutivas en encuentros internacionales y, recientemente, se llevó la Copa Árabe con un equipo alterno.
Añaden además el mérito de haber sido campeones mundiales Sub-20, y de ser referencia en el fútbol femenino africano, además de haber mostrado un camino invicto en las eliminatorias rumbo a 2026.
Todo ello sitúa a la selección en una fase de expansión futbolística que pocos podían imaginar hace pocos años.
Pero la presión es enorme. Marruecos nunca ha ganado la CAN, y la localía, la inversión y el contexto actual elevan las expectativas de conquista. El torneo se disputará en nueve estadios nuevos o remodelados distribuidos en seis ciudades y se presenta como una vitrina clave para el modelo organizativo que Rabat quiere exhibir ante el mundo.
La aventura marroquí arranca este domingo a las 16.00, en el estadio Moulay Abdellah de Rabat, con el debut ante Comoras en el Grupo A, que comparte con Malí y Zambia. Todos los encuentros del torneo podrán verse de forma gratuita a través de YouTube, en el canal de ClaroSports.
Entre las bazas rivales, Senegal parece el rival a batir. Los Leones de la Teranga, ahora dirigidos por Pape Thiaw, combinan experiencia y juventud con nombres de peso como Sadio Mané y Kalidou Koulibaly. Aunque llegan tras una eliminación prematura en la última edición, son un equipo acostumbrado a las grandes citas y mantienen el perfil bajo, a la espera de brillar cuando más se los necesite.
Egipto, por su parte, apela a la historia: con siete títulos, los Faraones son los máximos ganadores del torneo, aunque no alzan el trofeo desde 2010.
Con Hossam Hassan como entrenador y un ataque capitaneado por Mohamed Salah, Omar Marmoush y Mostafa Mohamed, la incógnita recae en el estado anímico y físico del astro del club de Liverpool, que ha atravesado tensiones recientes con su equipo.
El actual campeón, Costa de Marfil, intentará defender el título en un entorno interno complejo. La noticia de la exclusión de Nicolas Pépé por declaraciones polémicas y la baja forma de Simon Adingra debilita a un equipo que busca repetir una consagración que no logran desde hace 15 años.
A la altura de las grandes citas, Marruecos también se ha visto enfrentado a elementos extras: el Gobierno ha desplegado un operativo de seguridad con más de 3.300 policías nuevos, y ha establecido oficinas judiciales temporales dentro de los recintos, además de un marco de cooperación con Interpol para agilizar un plan que se expandirá hasta el Mundial 2030.
Por si fuera poco, se ha trabajado en la modernización de aeropuertos y en la instalación de puertas electrónicas para facilitar el acceso del público, mientras que en los últimos días llegaron casi 870.000 viajeros.
Según la CAF, ya se vendieron más de un millón de entradas y el torneo se transmitirá en 84 países, con una cobertura récord de 5.500 periodistas acreditados. En paralelo, Marruecos busca afirmar su estabilidad en un contexto social sensible, que ha visto protestas juveniles posponerse ante el ambiente festivo de la selección.
La CAN arranca con una mezcla de expectativa e ilusión: para Marruecos no es solo un torneo, sino una prueba de Estado, con ojos puestos en su capacidad de organización y en su proyección a nivel global.
Y, desde ya, el mundo está observando.