Luis Osvaldo García decidió dejar su trabajo en una fábrica para dedicarse al fútbol. Hoy, como entrenador de Atlanta, vive una carrera llena de desafíos y anhelos.
Hace 13 años, Luis Osvaldo García tomó una decisión que cambiaría su vida: renunció a su trabajo en una fábrica para dedicarse por completo a su gran amor, el fútbol.
A los 37 años, su trayectoria es digna de una película. Nacido en Mataderos, pasó por Boca Juniors en Japón, estuvo en Bolivia bajo la dirección de César Farías y demostró su pasión gastronómica al llevar a Claudio Echeverri a comer a un McDonald’s.
Actualmente, como entrenador de Atlanta, García continúa apostando por la misma pasión que lo llevó a desafiar a quienes lo consideraban 'loco'.
Luis, cariñosamente apodado 'el Gordo', comenzó a jugar al fútbol a la edad de cinco. Sin embargo, tras pasar por las divisiones menores de Argentinos y la institución J.J. Urquiza, colgó los botines a los 19 años, buscando otras oportunidades. Se incorporó a Volkswagen en Pacheco, donde trabajó durante seis años en la producción de automóviles. "No era feliz, pero la experiencia en la fábrica me formó como persona y profesional", recuerda García.
Mientras trabajaba como operario, Luis tomó la iniciativa de acercarse a Alejandro Nania, entonces coordinador de infantiles en Nueva Chicago, solicitando una oportunidad.
"Solamente le pedí que me dejara ayudar, aunque solo fuera para recoger conos o pelotas", rememora. Al principio, su trabajo era ad honorem, lo que significaba que debía ajustarse a una apretada rutina diaria: se despertaba a las cuatro de la mañana para cumplir con su jornada laboral en Volkswagen, de seis a catorce horas, dedicando las horas posteriores a Nueva Chicago y sus estudios.
"No llegaba a casa hasta la medianoche", argumenta.
En 2014, cuando la empresa ofreció retiros voluntarios, Luis decidió apostar por el fútbol. "Comencé a recibir un salario mínimo en Chicago. Muchos me decían que estaba loco por dejar un trabajo estable, pero seguí adelante", confiesa. Con sus ahorros, pudo sostenerse durante seis o siete meses hasta que llegó una oportunidad única. Gracias a Ricardo De Angelis, fue enviado a Japón como coordinador de entrenadores por tres meses, comenzando a vivir de su auténtica pasión.
"Técnicamente, los chicos de Japón son rápidos y hábiles, aunque les faltaba la astucia que caracteriza al fútbol sudamericano. La escuela de Boca era muy popular por enseñarle a los jóvenes las mañas del deporte", explica. Tras dirigir en Nueva Chicago y pasar por Deportivo Cuenca, Luis decidió sumarse a las infantiles de River Plate. En este nuevo contexto, compartió valiosos momentos con promesas del fútbol como Claudio Echeverri y Agustín Ruberto.
En 2019, su carrera dio un giro impresionante al ser convocado como asistente de César Farías en la Selección Nacional de Bolivia. "Enfrentar a Argentina, Brasil y Uruguay en competiciones oficiales fue un sueño hecho realidad", añade Luis, refiriéndose a su experiencia con grandes jugadores como Messi y Suárez.
Luego de su paso por Bolivia, Luis se unió a Deportivo Maipú, donde llegó a la final del Reducido, aunque no logró el ascenso. Reconociendo que la experiencia en Ecuador no fue la mejor, volvió a Argentina en busca de nuevas oportunidades y encontró su lugar en Atlanta.
Hoy, se siente orgulloso de lo que ha construido con su equipo, mantenido en una racha invicta en la Zona A de la Primera Nacional. Con el peso de los 41 años sin que Atlanta juegue en Primera División, siente que tiene una buena relación con los dirigentes y buenas sensaciones para el año.
Luis lleva una feliz vida familiar junto a su pareja Florencia y sus dos hijos, Mateo y Vicente. Su historia demuestra que seguir la pasión y tomar riesgos puede llevar a recompensas inesperadas. "Poder vivir de lo que amo no tiene precio", reflexiona. Preguntado sobre si ahora gana más que en la fábrica, sonríe y responde: "Sí, ahora sí".