En 1973, la FIFA organizó un partido entre selecciones de Europa y Sudamérica con la esperanza de instaurar el Día Mundial del Fútbol, pero la iniciativa no prosperó. La historia del evento, marcado por ausencias y desafíos logísticos, revela los esfuerzos por promover el deporte como un puente cultural y social.

Hace casi 50 años, en una fecha no redonda pero sí de gran interés histórico, la FIFA intentó posicionar oficialmente el fútbol en la agenda global mediante la creación del Día Mundial del Fútbol.

Este ambicioso proyecto culminó en un partido amistoso entre selecciones de Europa y Sudamérica, que lamentablemente resultó un fracaso en términos de convocatoria y repercusión.

El evento se llevó a cabo en el Camp Nou de Barcelona, un estadio emblemático del fútbol mundial, el 31 de octubre de 1973, y quedó marcado como una experiencia que no cumplió con las expectativas.

La iniciativa nació en una cena en Madrid, un año antes, donde Sir Stanley Rous, entonces presidente de la FIFA, compartió con dirigentes españoles la idea de promover una jornada universal dedicada a celebrar el fútbol.

La propuesta era que este día fuera conmemorando con partidos anuales, rotando sedes, y buscando promover los valores del deporte en todo el mundo. La concepción de la idea buscaba no solo un espectáculo deportivo, sino también enfatizar el carácter educativo, social y cultural del fútbol, con especial énfasis en su capacidad para unir a las personas.

Para ese primer encuentro, se eligieron dos selecciones de estrellas: una europea, dirigida por Ladislao Kubala, y una sudamericana, con Johan Cruyff a la cabeza y la participación de algunos de los mejores futbolistas de la época.

Sin embargo, varias ausencias importantes empañaron el evento. Ni Gerd Müller ni Franz Beckenbauer, figuras clave del Bayern Múnich, fueron cedidos, al igual que otros destacados jugadores europeos y sudamericanos, como Sandro Mazzola y Johan Neeskens.

La lista definitiva de participantes incluía figuras de renombre, aunque no todos los convocados lograron asistir.

El juego fue un empate 4-4, una cifra que reflejaba la calidad y el entusiasmo en el campo, pero la afluencia de público fue muy baja, con solo alrededor de 20,000 espectadores, muy por debajo de las expectativas iniciales.

En años anteriores, la tendencia había sido el interés en crecimiento por el deporte, pero quizás el momento político, la poca publicidad y la falta de interés general influyeron en la escasa asistencia.

El partido fue un espectáculo con goles memorables, en el que destacaron rendimientos destacados como los anotados por Cubillas, Sotil, Brindisi y Chumpitaz por Sudamérica, y Eusebio, Keita, Asensi y Jara por Europa.

El arquero peruano Roberto Rivelino, que también actuó en ese encuentro, tuvo una destacada actuación al atajar tres penales en la tanda decisiva, brindando una victoria simbólica para la representación sudamericana.

Este evento fue además una muestra del espíritu combativo y la pasión por el fútbol, a pesar de los obstáculos logísticos y las ausencias. A nivel simbólico, la FIFA entregó un trofeo de la joyería Puig Doria, considerado un símbolo conmemorativo, y la transmisión televisiva a nivel mundial intentó proyectar los valores del deporte.

A pesar del éxito deportivo en el campo, el significado más profundo de esta iniciativa se perdió en la poca repercusión y en la logística complicada, además de las dificultades políticas internas, que llevaron a que la propuesta de establecer un Día Mundial del Fútbol no prosperara en esa época.

El próximo año, se planeó repetir la experiencia en Lima, pero tampoco se concretó.

Con el paso del tiempo, la idea de un día dedicado exclusivamente al fútbol fue consolidándose en diferentes contextos, y en 2022 la Organización de las Naciones Unidas proclamó oficialmente el 25 de mayo como el Día Mundial del Fútbol, en conmemoración del centenario del primer torneo internacional en París en 1924.

La ONU reconoce al fútbol como un instrumento poderoso para promover la paz, la inclusión social y el desarrollo a nivel global.

En definitiva, aquel intento de 1973 refleja la voluntad de una organización como la FIFA por usar el fútbol como un vehículo de unión, aunque en aquel entonces, las circunstancias no permitieron que la iniciativa floreciera.

Hoy en día, el deporte rey sigue siendo un símbolo universal que trasciende fronteras, y el reconocimiento oficial de su día contribuye a ratificar su valor cultural y social en toda la humanidad.