Un enfrentamiento violento entre hinchas de Independiente y Universidad de Chile en Avellaneda culminó en una batalla campal, heridos, detenidos y la suspensión definitiva del partido de octavos de final de la Copa Sudamericana.
Lo que debía ser una noche de pasión y pasión futbolística en el encuentro de vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y Universidad de Chile, se convirtió en un episodio de violencia sin precedentes en la historia reciente del fútbol sudamericano.
La noche, que prometía emociones en el Estadio Libertadores de América en Avellaneda, terminó marcada por una serie de incidentes graves que involucraron a hinchas, fuerzas de seguridad y jugadores.
Todo comenzó en la primera mitad del partido, cuando los hinchas visitantes, ubicados en la tribuna Pavoni Alta, comenzaron a lanzar objetos hacia el sector local, incluyendo butacas, botellas y otros proyectiles.
La tensión creció rápidamente. La presencia de aproximadamente 650 efectivos policiales y 150 de seguridad privada, desplazados para garantizar el operativo, parecía insuficiente, ya que estos agentes no estaban situados en el sector donde ocurrieron los disturbios.
Esto permitió que los hinchas chilenos, que ingresaron por la intersección de Colón y Milito, iniciaran una serie de actos agresivos.
El ambiente se tornó caótico a los 15 minutos del primer tiempo, cuando una facción disidente de los simpatizantes de Independiente intentó atacar a los visitantes, lo que provocó que los disturbios se intensificaran en el segundo tiempo.
La situación fue empeorando, con hinchas locales que intentaban ingresar al campo de juego y otros que, en medio de la confusión, comenzaban a agredir a los hinchas chilenos con palos y proyectiles de todo tipo.
La violencia alcanzó su punto álgido cuando los jugadores y el cuerpo técnico, incluido el entrenador Julio Vaccari, tuvieron que resguardarse por la violencia desatada en las gradas.
Las imágenes mostraron escenas impactantes: heridos ensangrentados, ambulancias trasladando a los heridos al Hospital Fiorito y al Hospital Perón, y fanáticos que, desesperados, se lanzaban desde las gradas para escapar de la brutalidad.
La tensión creció aún más cuando, en un momento, una hincha chilena se lanzó al vacío desde la tribuna, tras ser rodeada y agredida por un grupo de barras locales.
Las fuerzas de seguridad, que en ese momento no estaban en el sector de los incidentes, intentaron contener la situación cerando los accesos y ordenando la evacuación.
Sin embargo, la respuesta fue insuficiente. Por momentos, la violencia se volcó hacia la calle, con enfrentamientos entre barras y ataques contra los hinchas visitantes, que quedaron completamente rodeados.
Incluso, en medio de la batalla, un hincha chileno lanzó una bomba de estrueno dentro de las gradas, intensificando aún más el caos.
A medida que pasaban los minutos, el árbitro uruguayo Gustavo Tejera, que ya había tenido que detener el juego en varias ocasiones, decidió suspender definitivamente el partido cuando la violencia alcanzó niveles insostenibles.
La conmebol emitió un comunicado oficial señalando que, debido a la falta de garantías de seguridad y a la gravedad de los incidentes, el encuentro fue cancelado y se remitió el caso a los órganos judiciales de la entidad para determinar las acciones correspondientes.
Este episodio se suma a una larga lista de problemas de seguridad en el fútbol sudamericano, donde los enfrentamientos violentos, la presencia de barras organizadas y la insuficiente planificación en algunos operativos de seguridad han provocado accidentes y víctimas en varias ocasiones en los últimos años.
En 2019, por ejemplo, incidentes similares en partidos de la Libertadores dejaron varios heridos y reproches hacia las instituciones encargadas de controlar la seguridad.
El impacto de estos hechos no solo implica la suspensión de un encuentro, sino que también genera preguntas sobre las medidas de prevención y control en los partidos internacionales.
La Conmebol anunció que tomará medidas disciplinarias y revisará los protocolos de seguridad en sus competencias, con la intención de evitar que episodios de esta magnitud se vuelvan a repetir.
Mientras tanto, la comunidad futbolística y los aficionados esperan que la violencia deje de manchar la historia del deporte, promoviendo valores de respeto y cordialidad en cada encuentro.