Ihab Abu Jazar, entrenador de la selección de Palestina, enfrenta desafíos inéditos debido a la suspensión de partidos en su país y las adversidades provocadas por el conflicto. Su historia refleja la resistencia del deporte en medio de la adversidad y la lucha por mantener vivo el espíritu del fútbol en un entorno hostil.

Ihab Abu Jazar es el estratega de una selección que atraviesa una situación sin precedentes: sin un estadio propio, sin localía y con una constante incertidumbre.

Dirige a Palestina, un equipo que lucha por mantenerse unido en medio de un conflicto permanente, donde cada mensaje en su móvil puede traer noticias desgarradoras.

En una entrevista exclusiva con La Gazzetta dello Sport, Abu Jazar compartió las duras realidades que enfrentan, no solo en el campo, sino también en la vida cotidiana, en un país desgarrado por la guerra y la destrucción.

Desde octubre de 2019, la selección palestina no ha disputado un partido en su propio territorio. Han pasado más de seis años, exactamente 2.155 días, desde la última vez que jugaron en Al-Ram, un encuentro contra Arabia Saudita que culminó en empate sin goles. Desde entonces, todos sus partidos oficiales se han celebrado en campos neutrales, siendo Doha, en Catar, su sede de facto, un lugar donde el equipo entrena y compite, aunque sin la calidez de un estadio y sin la sensación de jugar en casa.

La ausencia de un espacio propio refleja la situación política y social que vive Palestina, donde los obstáculos para la práctica deportiva son inmensos.

Abu Jazar asumió su cargo el 3 de diciembre de 2019 y ha declarado que su trabajo es uno de los más complicados en el fútbol mundial: “Aquí no solo enfrentamos desafíos deportivos, sino también políticos y sociales”, asegura.

El acompañamiento de la selección palestina es complicado, pues convocar jugadores requiere recorrer largas distancias y sortear numerosos controles militares.

Muchos de los futbolistas juegan en clubes fuera de Palestina, en países como Jordania o en ligas del Golfo, mientras que otros no tienen club, debido a la falta de infraestructura y a una liga local inexistente.

El entrenador no duda en destacar que el deporte en su país ha sido casi totalmente paralizado. La guerra ha destruido más de 280 instalaciones deportivas y ha dejado a la población deportiva en ruinas: centros deportivos convertidos en centros de detención o simplemente en escombros.

Desde el inicio del conflicto, han muerto aproximadamente 774 personas relacionadas con el deporte palestino, incluyendo atletas, entrenadores y oficiales.

A pesar de todo, el fútbol sigue siendo un símbolo de resistencia y esperanza. En marzo pasado, Palestina logró una victoria histórica contra Irak, y en junio, estuvo a punto de clasificar para la fase final del Mundial, una hazaña que levantó el ánimo en medio del caos.

Aunque el sueño se vio truncado por un gol en el minuto 97 del equipo rival, la victoria generó un profundo orgullo nacional. Abu Jazar relata cómo estas victorias, por pequeñas que sean, ofrecen momentos de alivio a una población que vive diariamente entre bombardeos, bloqueos y pérdidas.

El impacto emocional en el entrenador es profundo. “He perdido a más de 250 personas entre familiares, amigos y colegas. La cifra es desgarradora, pero los nombres que duelen más son los de Hani Al-Masdar, que murió repartiendo ayuda humanitaria, y Suleiman Al-Obeid, conocido como el ‘Pelé de Palestina’, quien falleció esperando comida para su familia”, explica.

Su relato refleja no solo la dificultad de su labor deportiva, sino también la carga personal de un dolor que comparte con su comunidad.

Abu Jazar también aborda la relación entre fútbol y política, haciendo llamados a solidaridad internacional. Pidió que, durante el partido entre Italia e Israel por las eliminatorias mundialistas, se rindiera un minuto de silencio en honor a los niños de Gaza, y que las tribunas ondearan banderas palestinas en señal de apoyo.

Para él, cada partido es más que un juego: es un mensaje de resistencia, una forma de denunciar y mantener viva la esperanza.

En su mirada, el fútbol palestino no solo representa un deporte. Es un lenguaje universal, una manera de mantenerse vivo, de seguir soñando incluso cuando todo a su alrededor parece derrumbarse. La historia de Abu Jazar y su equipo es un testimonio de cómo el deporte puede servir como un acto de resistencia ante las adversidades, demostrando que incluso en medio del conflicto más intenso, la pasión por jugar y luchar sigue intacta.