Boca Juniors atraviesa una de sus peores rachas históricas, con una posición muy baja en la tabla y resultados que generan preocupación en la hinchada. La relación entre Riquelme y Russo, claves en el club, se tensa ante la falta de victorias y cambios en el equipo.

La situación actual de Boca Juniors en el fútbol argentino refleja un momento complicado en su historia reciente, similar a crisis pasadas que marcaron al club en diferentes épocas.

El equipo se encuentra en una posición penosa, ocupando el cuarto lugar en la clasificación general del Torneo Clausura, tras sumar apenas una victoria en las últimas catorce jornadas, un récord que preocupa a sus seguidores.

A nivel de la Zona B, la realidad es aún más inquietante: Boca se ubica en la antepenúltima posición, con solo cuatro puntos por encima de su rival más directo, Aldosivi.

Este mal rendimiento, en medio de un campeonato que todavía tiene doce fechas por disputarse, evidencia problemas profundos en la estructura y en la planificación del equipo.

La historia del club está marcada por altibajos, pero una racha tan negativa no había sido registrada desde hace décadas. La última victoria del conjunto xeneize había sido en abril, en un encuentro contra Estudiantes en La Bombonera.

Las causas de esta crisis son múltiples y complejas. Una parte importante del conflicto radica en la relación entre dos figuras emblemáticas del club: Juan Román Riquelme, el actual vicepresidente y gran ídolo, y Miguel Angel Russo, el director técnico.

Ambos personajes, que lograron coronar juntos la última condecoración continental en 2007, se ven ahora en un escenario de tensión, con resultados deportivos que incrementan la presión.

Riquelme, jugador histórico y ahora en gestión, ha mostrado una postura conservadora respecto a los cambios en el equipo. Su confianza en el técnico Russo y en las decisiones que se toman en el club ha sido puesta a prueba, especialmente ante los resultados negativos. Desde su llegada en 2019, Russo ya ha dirigido 18 partidos sin conseguir una sola victoria, además de un empate en el último encuentro contra Racing, que fue recibido con silbidos por la hinchada, evidenciando el malestar existente.

La estrategia del club, en manos de Riquelme, ha incluido varias decisiones polémicas, como la incorporación de jugadores como Edinson Cavani y Leandro Paredes, en momentos donde algunos sectores de la afición cuestionaban la utilidad de estos refuerzos.

Además, la presencia en el plantel de figuras como Frank Fabra y Marcos Rojo, así como la exclusión de otros jugadores como Cristian Lema, refleja una gestión que busca adaptarse a las ideas del vicepresidente, en ocasiones sin considerar la cohesión del vestuario.

Por otra parte, la salud y el bienestar del técnico Russo también son una preocupación. Con 67 años y un diagnóstico reciente que lo ha llevado a reducir su actividad, su familia y allegados temen por su estado físico, especialmente dado el entorno estresante del club.

Russo, que en su carrera ha dirigido clubes como San Lorenzo y Gremio, mantiene la esperanza de revertir la situación y considera que esta es su última oportunidad en Boca.

Históricamente, Boca ha sabido sobreponerse a momentos difíciles. Desde el Mundial de Clubes en 2000, pasando por la crisis tras la salida de Carlos Bianchi en 2013, el club siempre encontró la forma de levantarse, fundamentado en su historia, su cultura ganadora y su hinchada apasionada.

Sin embargo, la actual crisis, con resultados y clasificaciones adversas, amenaza con dejar una marca negativa en los registros del club y en la memoria de sus hinchas.

El futuro cercano será crucial para determinar si la visión de Riquelme y Russo podrá cambiar el rumbo. Opciones como la llegada de nuevos técnicos, incluyendo nombres como Gustavo Quinteros, ya están sobre la mesa, en caso de que la situación no mejore.

Mientras tanto, la palabra final la sigue teniendo la historia, la pasión de sus seguidores y esa mística que ha caracterizado a Boca desde su fundación en 1905.”