Un repaso a la trayectoria del reconocido futbolista y técnico argentino Miguel Ángel Russo, quien además de dejar huella en Estudiantes de La Plata, participó con la selección nacional y se convirtió en una figura emblemática del fútbol argentino.

Miguel Ángel Russo es uno de los personajes más destacados del fútbol argentino, tanto por su desempeño como jugador como por su exitosa carrera como entrenador.

Nacido el 9 de abril de 1956 en Villa Diamante, partido de Lanús, Russo desarrolló toda su carrera profesional en un solo club: Estudiantes de La Plata.

Con más de 430 partidos disputados en su etapa como jugador, se convirtió en una figura emblemática de la institución, logrando numerosos títulos y dejando un legado que trasciende generaciones.

Su debut en la Primera división argentina ocurrió el 30 de noviembre de 1975, con solo 19 años, en un encuentro contra San Martín de Tucumán. Desde sus primeros partidos, Russo mostró cualidades que lo convertirían en un mediocampista clave para Estudiantes. Tras la partida de Carlos Pachamé en 1977, logró consolidarse en la alineación titular y mantenerse allí durante más de una década, participando en competencias nacionales e internacionales.

A lo largo de su trayectoria, acumuló 419 partidos en torneos locales y 13 en certámenes continentales, destacándose por su compromiso y liderazgo en cancha.

Una de las épocas más gloriosas de Russo fue en los años 80, cuando integró una línea media histórica junto a Marcelo Trobbiani, José Daniel Ponce y Alejandro Sabella.

Bajo la dirección técnica de Carlos Bilardo, conquistaron el Torneo Metropolitano en 1982 y el Campeonato Nacional en 1983, logrando así importantes trofeos que permanecen en la memoria de los hinchas.

Aunque su cantidad de goles fue modesta (solo 12 en su carrera en Estudiantes), uno de ellos quedó registrado en la historia del club. Fue en un partido de la Copa Libertadores de 1983 frente a Gremio, en un encuentro muy áspero y marcado por expulsiones. Russo, en esa ocasión, convirtió un penal que significó el empate de su equipo, dejando abiertas las expectativas para avanzar en el torneo.

Este partido, jugado en el estadio Jorge Luis Hirschi, aún se recuerda como uno de los momentos más emotivos. En aquella época, Russo ya era capitán del equipo y su liderazgo quedó demostrado en los momentos más difíciles, como cuando jugaron con tan solo siete futbolistas en cancha.

La hazaña no fue suficiente para avanzar a la final, ya que una semana después quedaron eliminados tras un empate sin goles en un encuentro decisivo.

Su última temporada en Estudiantes fue en 1988, cuando disputó su último partido en la derrota por 2-1 ante Independiente en los octavos de final de la Liguilla.

Tras esa competencia, Russo quedó en libertad y tuvo la oportunidad de emigrar a Europa, específicamente a Italia, con la intención de fichar por un equipo de la Serie B.

Sin embargo, la transferencia no se concretó y decidió retirarse del fútbol profesional a los 32 años.

La pasión por el deporte y el conocimiento que adquirió durante su carrera lo llevaron a transformar su vocación en una exitosa etapa como director técnico.

Russo dirigió a varios clubes en Argentina y en el exterior, pero su vínculo más fuerte siempre fue con Estudiantes, club donde volvió en diversas ocasiones y en donde logró uno de sus mayores logros como entrenador: llevar al equipo a conquistar la Copa Internacional en 2009.

Mención aparte merece su etapa en la selección argentina. Russo participó en el ciclo de Carlos Bilardo, disputando 17 partidos y marcando un gol entre 1983 y 1985. Participó en las Eliminatorias rumbo al Mundial México 1986, donde Argentina logró consagrarse campeona bajo la conducción de Bilardo. Sin embargo, en 1986, sufrió un accidente doméstico que le impidió participar en el mundial, tras una lesión de rodilla que requirió una operación.

Este contratiempo fue decisivo en su carrera, ya que el técnico Bilardo justificó que Russo no fue convocado por motivos físicos y por la recuperación que aún le demandaba su lesión.

A pesar de ello, la relación con Bilardo fue cordial y, años más tarde, Russo no dudó en reconocer la influencia que ese ciclo tuvo en su formación profesional.

Luego de colgar los botines, Russo dedicó su vida a la dirección técnica, en la que ha cosechado múltiples títulos y reconocimiento a nivel internacional, consolidándose como uno de los entrenadores más respetados del fútbol argentino y latinoamericano.

Su historia no solo refleja la pasión por un deporte que lo llevó a la gloria, sino también la constancia y dedicación que caracterizan a un verdadero ícono del fútbol nacional.