Un enfrentamiento entre hinchas y jugadores del Deportivo Maipú en Mendoza generó un escándalo tras la derrota en la Primera Nacional, evidenciando deficiencias en la seguridad del evento.
Este domingo en Mendoza se vivieron momentos de gran tensión tras la derrota del Deportivo Maipú frente a Colegiales por 2 a 1, en un partido correspondiente a la fecha 33 de la Primera Nacional.
La situación escaló rápidamente después del pitazo final del árbitro Fabricio Llobet, cuando un grupo de hinchas locales invadió el campo de juego, derribó parte del alambrado perimetral y se enfrentó físicamente con los jugadores del equipo mendocino.
Los incidentes evidenciaron las fallas en los operativos de seguridad implementados en la contienda, ya que solamente dos efectivos policiales lograron ingresar al terreno de juego, mostrando una cantidad insuficiente para controlar a una multitud enfurecida.
La tensión comenzó cuando algunos simpatizantes comenzaron a exigirle camisetas a los futbolistas, reacciones que derivaron en violencia cuando estos se negaron a entregarlas.
En ese momento, Ignacio Pietrobono, arquero del Deportivo Maipú, fue uno de los primeros en ser abordado por los hinchas, quienes le pidieron autógrafos y camisetas.
Debido a la situación, tuvo que ser protegido por el personal de seguridad privada del club, ante la virulenta reacción de la parcialidad. La agresividad se extendió con empujones, insultos e incluso golpes, mientras el resto del plantel intentaba protegerse y buscar refugio en el centro del campo.
El propio presidente del club, Hernán Sperdutti, se vio en la necesidad de bajar al césped para tratar de calmar a los hinchas y colaborar en el control de los disturbios, en un intento por evitar una situación aún más violenta.
Minutos después, los simpatizantes fueron contenidos y regresaron a las tribunas, permitiendo que el equipo pudiera abandonar el estadio con seguridad.
Estos hechos ocurrieron en un contexto en el que el fútbol en Argentina continúa enfrentando problemas relacionados con la seguridad, especialmente en las divisiones de ascenso, donde la pasión de los aficionados puede rápidamente volverse peligrosa.
La lamentable escena del domingo refleja que hay mucho por mejorar en la protección de jugadores y oficiales, además de la necesidad de reforzar la presencia policial en estos eventos.
Desde un punto de vista histórico, el fútbol argentino ha estado marcado por episodios similares de violencia. En 2013, por ejemplo, se registraron incidentes graves en partidos de la Primera División, dejando en evidencia la fragilidad de los sistemas de control en un país donde el deporte más popular a menudo acapara pasiones desbordadas.
La lucha por prevenir estas situaciones ha sido constante, pero todavía persisten graves errores en la gestión de seguridad.
Por otro lado, las consecuencias deportivas también son significativas. La derrota para Deportivo Maipú representó un duro golpe a sus aspiraciones de avanzar en los playoffs por el segundo ascenso a la Primera División, puesto que con esta derrota las chances de ingresar en el reducido se vieron seriamente comprometidas.
En contraposición, Colegiales sumó un triunfo que lo acerca a sus objetivos en la clasificación, complicando aún más el camino de su rival.
En resumen, los hechos de Mendoza vuelven a poner en evidencia la necesidad de fortalecer los mecanismos de seguridad en el fútbol argentino, especialmente en sus categorías inferiores.
La pasión que despierta el deporte no debe ser una excusa para que las autoridades descuiden la protección de los actores involucrados, en aras de prevenir futuras situaciones similares y garantizar la integridad de todos los protagonistas del espectáculo futbolístico.